«Por mi parte, les voy a enviar el don prometido por mi Padre. Ustedes quédense en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de lo alto». Lc 24,45
Hemos comenzado a promover el valor de la fortaleza, virtud que nos lleva a mantenernos firmes, con entereza en todo momento, en situaciones cotidianas y, especialmente, en las situaciones difíciles o complejas de nuestra vida. Lo habíamos nombrado como fortaleza o fuerza interior. Hoy hablaremos de esta virtud humana como un don recibido de lo alto, un don recibido de Dios.
El próximo domingo 19 de mayo, estaremos celebrando en la Iglesia la fiesta de Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo que ha sido enviado a la Iglesia y que cada uno de nosotros ha recibido. San Lucas nos lo recuerda, tanto en el evangelio como en los hechos de los apóstoles:
«¡Quédense en la ciudad hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto!» (Lc 24, 45). «Al llegar el día de Pentecostés estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, semejante a una ráfaga de viento impetuoso, y llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos de Espíritu Santo y comenzaron a hablar lenguas extrañas, según el Espíritu los movía a expresarse». (Hech 2, 1-4). Y entonces, los discípulos de Jesús, que hasta el momento permanecían encerrados y temerosos, fueron transformados en hombres y mujeres osados, atrevidos y, revestidos con la fuerza de lo alto, anunciaban con valentía lo acontecido a Jesús: «Sepan, pues, con plena seguridad todos los israelitas que Dios ha constituido Señor y Mesías a este Jesús, a quien ustedes crucificaron». (Hech 2, 36).
En el evangelio según san Juan encontramos, en labios de Jesús, la expresión de la promesa del don del Espíritu Santo y las acciones que realizará en nosotros. «Yo rogaré al Padre y les dará otro Paráclito, para que esté siempre con ustedes». (Jn 14, 15). «El Paráclito, el Espíritu Santo a quien el Padre enviará en mi nombre, hará que recuerden lo que yo les he enseñado y les explicará todo». (Jn 14, 26). «Cuando venga el Paráclito, el Espíritu de la verdad que yo les enviaré y que procede del Padre, él dará testimonio de mi. Y ustedes mismos serán mis testigos». (Jn 15, 26-27).
Paráclito, viene de la palabra griega parakletos, que significa “uno llamado al lado de otro”, en otras palabras, paráclito significa abogado, defensor, consolador, el que está a tu lado para defenderte y apoyarte, el que te da fuerza y valor, el que te reviste de confianza.
El Espíritu de Dios estará con nosotros y en nosotros, nos hará recordar (volver a pasar por el corazón) lo que Jesús nos enseñó y nos explicará todo. El Espíritu Santo dará testimonio de Jesús y nos hará testigos del Resucitado.
Este don es ¡promesa cumplida! Se nos ha dado a todos, creyentes y no creyentes, en Pentecostés. Es nuestra fuerza interior, el que nos acompaña, el que nos impulsa desde dentro a ser mejores personas, mejores esposos y esposas, mejores padres y madres, mejores hijos e hijas, mejores hermanos y hermanas.
¡Dejémonos revestir del don de Dios y que el lenguaje del Espíritu Santo sea también nuestro lenguaje! Lenguaje de amor, amistad, compasión y empatía; lenguaje que busca al otro, que acompaña, apoya, conforta y sostiene; lenguaje de solidaridad, justicia y que busca el bien común.