“Una persona generosa y servicial, apacible, paciente, que no es envidiosa, no critica, no se jacta, no falta al respeto (1 Cor 13, 4-7), construye el Cielo en la tierra. Quizá no tenga visibilidad, pero lo que hace no se perderá. Porque el bien permanece para siempre” (Papa Francisco en: x.com).
La familia es el lugar donde se siembran y germinan los valores fundamentales, es el ambiente ideal para crecer en generosidad. Desde temprana edad, los niños aprenden a compartir, a ayudar a los demás y a valorar lo que tienen gracias al ejemplo de sus padres y hermanos. Al fomentar un ambiente de colaboración y solidaridad en el hogar, se cultiva en los niños un corazón compasivo y una disposición a ayudar a quienes lo necesitan.
La generosidad, como todos los valores, necesita ejercitarse, expresarse y practicarse para crecer y llegar a ser una virtud. Además de experiencias que la favorecen, necesita acompañarse de otros valores y virtudes para fortalecerse. Educar en la generosidad será más sencillo si en casa se promueve un ambiente rodeado de virtudes como:
El servicio y las capacidades de desprendimiento y disponibilidad que nos ayudan a ser capaces de dar y darnos en el momento en que se necesite.
Alegría y amabilidad que nos lleva a ser generosos dando siempre lo mejor de nosotros.
Compañerismo y participación que nos ayudan a buscar y trabajar por el bien común y a contrarrestar el ambiente de egoísmo que prevalece en la sociedad.
Comprensión y responsabilidad que nos ayudan a entender las necesidades de los demás, y a sentir que somos responsables de dar una respuesta comprometida y seria ante las necesidades de los otros.
Gratitud y hospitalidad que nos conducen a darnos cuenta de los dones que tenemos, dar gracias por ellos y compartirlos con otros.
Magnanimidad, que nos lleva a tener miras altas en el servicio a los demás.
Fomentar un ambiente en donde se atiendan las necesidades de los demás antes que las propias y ejercitarse en actos de servicio voluntario o de solidaridad.
En síntesis, ayudará todo aquello que haga que nuestros hijos e hijas se olviden un poco de sí mismos y vuelvan su mirada hacia las necesidades, preocupaciones, gustos e inquietudes de los demás.
Pero también es necesario tener cuidado con las actitudes que dificultan la vivencia de la generosidad:
La competitividad mal entendida y egoísta que lleva a pensar en el otro es enemigo en potencia. El ambiente de egoísmo e individualismo. La pusilanimidad, estrechez de miras o tener ideales superficiales. No dar a los niños o jóvenes oportunidades de servicio o desprendimiento, facilitándoles la vida en todo. La dureza de corazón que surge de hacer sentir al niño que es centro y merecedor de todo.
Fuente:
https://es.catholic.net/op/articulos/57769/cat/31/por-que-nos-interesa-fomentar-la-virtud-de-la-generosidad-.html#modal