«El signo de la vida, el signo del respeto por la vida, del amor por la vida, el signo de hacer crecer la vida… es el signo de la presencia de Dios en nuestras comunidades».
(Papa Francisco, homilía, 30 de septiembre de 2019).
El Papa Francisco, hablando del contexto social y cultural actual, dice que estamos viviendo en la “cultura del descarte” que impone una visión distorsionada de la persona, que ignora su dignidad y su carácter relacional. En esta cultura los seres humanos son transformados en bienes de consumo, objetos para usar, descartar o desechar.
Es una realidad que nuestros hijos viven en esta “cultura del descarte”, la “comen y beben” todos los días en las redes sociales, en las series y películas y hasta en los videojuegos. En estos medios se normaliza la violencia y el no respeto a la vida y a la dignidad de las personas, distorsionado el verdadero valor de la vida humana. En cierto sentido, somos responsables de la “deshumanización” que va permeando la vida de nuestros hijos, al poner en sus manos la tecnología digital y no acompañarlos ni supervisar lo que ven o juegan.
¿Qué piensan nuestros hijos de la vida humana? ¿Qué valoración hacen de la vida humana que se está gestando en el vientre materno? Desde mi experiencia como docente, cada vez es más frecuente escuchar en nuestros alumnos una valoración negativa de la vida humana que se gesta en el vientre materno. Para algunos de ellos, los derechos humanos, en especial el derecho a la vida, comienza a contar desde el nacimiento. Para otros, la vida en el vientre materno puede ser desechada, pues solo se trata de un “conjunto de células” o simplemente opinan que no es vida humana, que no razona ni siente y que, por lo tanto, se puede desechar. Estas expresiones son fruto de una “cultura del descarte”, presente ya en la vida y cosmovisión de nuestros hijos.
Ante esta situación, la Iglesia, como madre y maestra, nos recuerda continuamente el valor de la vida, y en especial el de la vida humana:
“La vida humana ha de ser tenida como sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Solo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2258).
Los principales formadores de la conciencia de nuestros niños, adolescentes y jóvenes somos los padres de familia. Es nuestra responsabilidad transmitirles el valor y el respeto a la vida; cuidemos y vigilemos lo que ven y lo que juegan; promovamos lecturas, series o películas en las que se realza la dignidad de la persona; busquemos experiencias que les despierten el interés y la empatía por los demás y realicemos con ellos acciones solidarias; ayudémoslos a generar una conciencia crítica cimentada en valores.
Hagamos nuestras las palabras de San Juan Pablo II: “Respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana! ¡Solo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad!” (Juan Pablo II, Evangelium Vitae 5)