Comenzamos ya el mes de diciembre y nuevamente recordamos el simbolismo de la lámpara de aceite de nuestra primera Misa del ciclo escolar, donde se nos decía que cada uno de nosotros somos como esas lámparas de aceite, en las que el contenido es lo que permite que nuestra luz resplandezca, pero también puede suceder que el tipo de aceite que portamos opaque o apague nuestra luz.
Nuestros niños son esas lámparas de aceite. Hoy queremos poner en ellos el aceite o la esencia de la generosidad, para que esta luz brille en ellos y puedan amar, ayudar y servir a los demás gratuitamente.
Cuenta Rabindranath Tagore la historia de un mendigo que iba de puerta en puerta y un día vio aparecer a lo lejos del camino, acercándose, la carroza de un Rey… “Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos habían acabado. La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto tú me tendiste tu diestra diciéndome: ¿Puedes darme alguna cosa? ¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco, un granito de trigo, y te lo di. ¿Quién sería aquel rey de reyes? Pero qué sorpresa la mía cuando, al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón para darle todo!”
La generosidad es tener el corazón abierto para darlo todo en cualquier momento (para que no nos suceda lo que al mendigo que no fue capaz de darlo todo al rey). La generosidad es la esencia de la vida que permite que nuestra luz brille para iluminar, acompañar y dar calor a los demás. En definitiva, se trata de salir de uno mismo, dejar de estar “en-si-mismado” (metido en sí mismo) y pasar a estar “en-tu-siasmado” (volcado hacia el tú de los demás). Es una virtud que permite salir al encuentro del otro, para servir o ayudar sin esperar nada a cambio.
El aceite de la generosidad tiene una cualidad: ¡No se consume! ¡Los pequeños o grandes actos generosos hacen que el aceite no se agote y, por tanto, genera una luz permanente! El secreto: ¡Quienes lo poseen saben, como bien lo expresa la Sagrada Escritura, que hay más alegría en dar que en recibir! (Hch 20,35).
Fuente: https://es.catholic.net/op/articulos/34361/cat/890/generosidad.html#modal