“Somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer el bien…” Efesios 2, 10
En este mes hemos promovido el valor de la amabilidad con el deseo de que su vivencia cotidiana se transforme en virtud en cada uno de nosotros, es decir, que la amabilidad sea una habitual forma de relacionarnos con los demás.
Como virtud, la amabilidad puede describirse también como un amor benevolente, es decir, como un amor que busca el bien de los demás. En su raíz etimológica la benevolencia está compuesta por los conceptos latinos: “bene” y “volens”, “bien” y “voluntad”. La benevolencia es la disposición habitual de hacer el bien a los demás, es la firme determinación de buscar y hacer el bien al otro.
Es importante señalar que la virtud de la benevolencia tiene dos características esenciales, la primera es que es movida por la voluntad, por el deseo y decisión de hacer el bien; la segunda es que, para hacer el bien, no necesariamente debe existir un vínculo como amistad, cariño o amor hacia la persona, es decir, se hace el bien porque nace del corazón hacerlo, aunque no se conozca a la persona, o cuando la persona no nos cae bien o nos ha hecho daño. Jesús de Nazaret es un claro ejemplo de la puesta en práctica de un amor benevolente: “Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y no harás amistad con tu enemigo.» Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué mérito tiene? Y si saludan sólo a sus amigos, ¿qué tiene de especial?… Sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo”. (Mateo, 5, 43-44.46-48).
Hoy la invitación es a buscar la plenitud de la amabilidad, es decir, transitar del valor de la amabilidad a la virtud de la benevolencia, para que en todo lo que hagamos, en nuestro trato con distintas personas, cercanas o no, familiares o no, amigos o no, busquemos decididamente hacer el bien.
¡Fuimos creados para hacer el bien! (Efesios, 2,10) Busquemos ahora distintas maneras de concretar y expresar la benevolencia en nuestra relación con los demás: “No nos cansemos de hacer el bien y a su tiempo cosecharemos. Siempre que tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos”. (Gálatas 6, 9-10)